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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

Dios con nosotros

Mateo 1: 23

 

¡Qué bueno llegó la Navidad trayendo paz y alegría! Así cantamos con mucha frecuencia en esta temporada navideña. Verdaderamente, es un tiempo de paz y alegría cuando podemos reunirnos con la familia, los amigos y los hermanos en la fe para cantar, comer, compartir y simplemente estar juntos. ¿Pero qué sucede cuando regresamos a nuestras casas? Algunos regresarán a las peleas y discusiones con sus parejas o sus hijos adolescentes. Otros regresarán al ajoro y la presión del trabajo. Puede que algunos regresen a la preocupación y la ansiedad de las deudas y precariedades económicas. Otros regresarán a la angustia de un diagnóstico médico desalentador. Algunos, quizá regresarán a la tristeza de una casa o un apartamento vacío. En fín, hay que confesar y reconocer que esta temporada no necesariamente es símbolo de paz y alegría para todos. Vivimos rodeados de personas que no pueden declarar que se alegran de que llegue la Navidad. Para muchos esta temporada es tiempo de tristeza, de pérdida, de dolor y de soledad.


Nosotros, los cristianos, conocemos la historia de la Navidad tan bien que ya no la valoramos cuando la leemos o escuchamos. Necesitamos releer la historia del nacimiento del Mesías no por costumbre o tradición, sino con intención y consciencia. Para comprender el significado de la Navidad es preciso reconocer que Cristo nació en un mundo muy real. Un mundo con personas que vivían en tiempos de opresión, que luchaban por subsistir y que tomaban decisiones que podían costarles su reputación, sus anhelos y sus sueños.


Cuando celebramos y compartimos la historia de la Navidad, no debemos olvidar su contexto agridulce. Siempre ha sido una mezcla de dolor y alegría; un encuentro de la soledad humana con la presencia divina. Sin embargo, sabemos en lo más profundo de nuestro ser que esta convergencia entre la crisis y el milagro, la oscuridad y la luz, nos conduce a una historia gloriosa y maravillosa. Emanuel. Dios con nosotros. Dios convertido en uno de nosotros. Cristo ha venido a nosotros tal y como somos. Emanuel participa de nuestras pérdidas; comparte nuestro dolor; sufre nuestras penas. Sobre todo, Emanuel nos satura con su divina presencia; nos habita y nos invita a habitar en El. Dios vino para estar con nosotros y en nosotros. Por lo tanto, podemos cantar cada día: ¡Qué bueno llegó la Navidad!

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