“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz.
Quienes moraban en sombra de muerte,
luz resplandeció sobre ellos”.
Isaías 9:5
Hoy es el último domingo de adviento. Nos encontramos ya a la media noche, en el momento de la oscuridad y de la soledad del día. Y ya pronto se escucharán los cánticos del cielo, anunciándonos que ya el Mesías está por nacer.
La hora es difícil y los obstáculos que encontramos en el camino han surgido de todos lados, aún sin haberlos esperado. Hay caos, hay desasosiego, hay desesperanza por doquier; pero el anuncio de la llegada del Cristo-Jesús, ya nada la detiene. Con Él viene la esperanza, la paz, el gozo y el amor. Pues Él es la manifestación cercana de ese Dios que no se olvida de sus hijos y sus hijas; que no les deja sucumbir en la soledad y que siempre les abre caminos de esperanza.
Recibimos este anuncio con un gran sentido de expectación, pues sabemos que nuestra espera no ha sido en vano. Porque sabemos que Dios siempre cumple su palabra y su buena voluntad siempre se cumple a nuestro favor.
Recibe la llegada del Emmanuel con gratitud y con gozo, porque Dios está siempre en, con y alrededor nuestro. Su luz ilumina nuestros senderos y gracia nos sostiene cada día. Porque “un niño nos es nacido, hijo nos es dado…”.
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