“Tomó, pues, el Señor Dios al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo guardara.”
–Génesis 2:15 (RVA2015)
El libro de Génesis registra dos relatos de la creación (capítulos 1 y 2) donde se presenta la creación como fruto de la voluntad de un Dios amoroso, justo y bueno. Las palabras que se usan para describir la tarea creativa de Dios se podrían usar para describir la tarea de un artesano. Génesis nos presenta la creación como la obra de un artista que, inspirado por el amor, crea la tierra, los cielos, y todo lo que existe (2:7). Este Dios creador tuvo el deseo y la voluntad de transformar el caos que prevalecía previamente (Génesis 1:2). Dios transforma ese caos en un espacio favorable para las relaciones saludables entre todo lo creado. Dios, como artesano, no redujo la creación a un sistema de orden mecánico entre sus integrantes. Por el contrario, la creación es partícipe del mismo espíritu de libertad de Dios, y es instrumento en sí misma para propiciar la vida en todas sus dimensiones y expresiones.
Dios transporta la creación del caos al cosmos, es decir, de un universo marcado por el desorden a uno donde reina el orden y la belleza. Y vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno (1:31). Entonces, el artesano divino colocó al ser humano en el Jardín del Edén para que lo cultivara y lo guardara (2:15). Cultivar es cuidar y favorecer el crecimiento. Guardar es proteger y asegurar la continuidad de los recursos. En otras palabras, Dios le encarga al hombre y a la mujer, creados a Su imagen y semejanza, la tarea de manejar y administrar los recursos de Su creación. El deseo de Dios al hacernos mayordomos de lo creado era garantizar un desarrollo sostenible de todos los recursos y que así toda Su creación pueda prevalecer en un ambiente de armonía, justicia y paz.
Y aquí estamos hoy, día denominado como el Día del Planeta Tierra, reflexionando y cuestionándonos qué nos pasó. Todos nosotros somos testigos de cuán distante está nuestro planeta de aquel maravilloso propósito divino. Tal pareciera que la condición de nuestros recursos naturales, el estado de extinción de muchas especies, las manifestaciones del cambio climático, el ambiente de constante competencia por las riquezas y el abuso de poder nos están llevando de regreso a un estado de caos y confusión. La creación gime (Romanos 8:22).
Sin embargo, hoy podemos —como iglesia, como cristianos— retomar la tarea de cultivar y guardar Su creación. Hoy podemos comenzar a vivir conscientes de la necesidad de favorecer el crecimiento y la renovación de nuestros recursos naturales. Es hora de trabajar intencionalmente para proteger y asegurar la continuidad de los recursos que Dios nos ha entregado. Hoy podemos comenzar a promover y modelar un estilo de vida responsable que favorezca la armonía, la justicia y el bienestar de todo lo creado. Dios tiene el poder de transformar las condiciones en las que se encuentra Su obra y lo quiere hacer a través de nosotros, sus mayordomos.
Levantémonos y edifiquemos.
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