Daniel 9: 1-19
Acercarme a este pasaje me hace recordar la magnitud de la crisis social que experimenta nuestro país. Entre los ejemplos de esta crisis están la muerte de jóvenes a causa del narcotráfico, las mujeres asesinadas por sus parejas, los niños y niñas maltratados, los ancianos maltratados, los pacientes de salud mental dejados a su suerte, entre otros. Personalmente, identifico esta situación como una crisis, pues son graves las situaciones que vemos constantemente en nuestro entorno.
De la misma manera, el pueblo de Israel pasó por un período de crisis como consecuencia del exilio. Para ellos, esa experiencia era como una “desolación” producto de la persecución y el desasosiego que vivían. El genocidio, las políticas opresoras y las profanaciones de elementos de su fe llevaron al pueblo a una angustia profunda. En medio de esta realidad, el autor reflexionó en la promesa que Jeremías compartió proféticamente. Aquel pueblo que había estado cautivo en Egipto, y que fue liberado como consecuencia de la intervención divina, volvería a ser liberado. Según el teólogo Samuel Pagán, la preocupación que tenía el autor lo mueve a revisitar la profecía de Jeremías para establecer si la profecía era correcta o si el pueblo la había interpretado erróneamente. En su oración, Daniel afirma la responsabilidad que tiene el pueblo en la búsqueda del perdón divino, a la vez que reconoce la grandeza, dignidad, fidelidad y misericordia de Dios. Además, levanta su súplica al Señor rememorando aquella experiencia liberadora del pasado y recordando que Dios podía escuchar, perdonar y salvar aun en la más profunda crisis.
Es posible que, ante lo que diariamente vemos en nuestro entorno, la resignación y la desesperanza hayan llegado a la puerta de muchos, tal como llegó a este pueblo, haciéndonos creer que no hay salida ante la gravedad de las situaciones a nuestro alrededor.
¡Cuántas veces he escuchado “no hay nada que hacer”! Recientemente, escuchaba un breve testimonio de una mujer que se había resignado a vivir en la desesperanza, producto de la adicción. Mientras tocaba fondo y veía de cerca la culminación de su vida, una persona se acercó a ella y le dio a conocer sobre el milagro que Dios podía hacer en su vida. Aquello fue suficiente para que ella alzara su clamor y mirara a lo lejos lo que sería su experiencia liberadora. Con aquella oración ella reconocía su pecado, mas suplicaba al único que la podía auxiliar.
La oración de Daniel nos recuerda nuestra responsabilidad de clamar al Señor en medio de la crisis pues, Él nos escuchará. Nos recuerda llevar un mensaje de esperanza, con la fe de que Él se glorificará y que todo lo que hará será en amor y por amor.
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