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Foto del escritorRvdo. Alberto J. Díaz Rivera

Iglesia que predica

Marcos 16: 15

 

El domingo 1ro de enero, compartíamos acerca de la comisión que Jesús le dio a su iglesia. En ese momento consideramos las palabras de Jesús de Nazaret que hallamos en Mateo 28 que nos dicen: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…”. A la luz de esta expresión, afirmábamos la importancia de movernos como iglesia en la autoridad de Dios para alcanzar a otros y bendecirles con el poder del evangelio. Esto será posible solo si, como iglesia, asumimos la tarea de “id” hasta los confines de la tierra. De esta manera, iniciábamos lo que sería la presentación de nuestro proyecto de trabajo para el 2023: ser una “iglesia que alcanza, predica y discipula”.


Al acercarnos a la “Gran Comisión”, según San Marcos, nos es necesario destacar que una iglesia que predica reconoce la universalidad del evangelio, es decir, que el evangelio es de salvación para toda la creación. Segundo, es necesario destacar que la predicación es un medio de transmisión de una verdad. En el Antiguo Testamento, la predicación se utilizaba para transmitir la ley y, en el tiempo de los profetas, para declarar juicio y esperanza. Según el Nuevo Testamento, para la iglesia, la predicación es la manera a través de la cual esta comunica al mundo la verdad de Cristo, el resultado de la fe producto de la salvación. Según una tradición posterior, probablemente del segundo siglo, aquellos que creyeran serían testigos de ciertas señales. Algunas de estas, como la sanidad, la vemos en el ministerio de Jesús de Nazaret y de la iglesia naciente; en don de las lenguas, en cambio, lo vemos principalmente en aquellas iglesias que el apóstol Pablo pastoreaba. Las otras dos, aunque no tienen referente en las Escrituras, propongo entenderlas como signos del poder divino que genera vida en los escenarios más densos, como lo es la muerte.


A la luz de lo anterior, como iglesia, debemos reafirmar nuestra responsabilidad de compartir el evangelio a toda persona, pues cada ser humano, sin importar su condición, es destinatario de las buenas noticias de Jesús. Este es un evangelio que transmite la verdad de Aquel que dijo de sí mismo: “yo soy la verdad”, y en cuya verdad el ser humano puede ser salvado y santificado. Es un evangelio que nos recuerda que cuando creemos en Él, aunque enfrentemos escenarios de gran dificultad, las señales de su presencia nos capacitarán, sostendrán y sanarán.

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