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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

Investidos de poder

He aquí yo enviaré el cumplimiento de la promesa de mi Padre sobre ustedes. Pero quédense ustedes en la ciudad hasta que sean investidos del poder de lo alto.”

—Lucas 24:49 RVA2015

 



En este versículo, encontramos a Jesús resucitado hablándole a sus discípulos poco antes de su ascensión a los cielos. Estas palabras forman parte de su despedida. Luego de decir estas palabras, Jesús va con sus discípulos hasta Betania, los bendice y finalmente asciende a los cielos.

 

Las despedidas pueden ser tristes y un tanto difíciles de manejar, particularmente si involucran una separación física. Sin embargo, Lucas nos dice que, luego de la ascensión, los discípulos de Jesús regresaron muy contentos a Jerusalén, y allí iban todos los días al templo para adorar a Dios. Las enseñanzas recibidas y las experiencias vividas durante aquellos 40 días entre la resurrección y la ascensión fueron el alimento y refrigerio necesarios para que aquellos discípulos comenzaran a comprender que ahora les tocaba a ellos continuar con la obra del Maestro. No reniegan, no caen en una depresión por la separación, no tratan de que Dios cambie de opinión, no se quejan de la nueva realidad. Por el contrario, en obediencia regresan a Jerusalén a esperar el cumplimiento de la promesa. La promesa era la llegada del Espíritu Santo, el Paracleto que Dios Padre les enviaría para que les acompañara una vez Jesús partiera de entre ellos (Juan 14:16).

 

La palabra griega que aparece en Juan 14:16, parakletos, significa “uno que ha sido llamado a estar al lado de otro con la función de ser un consejero o apoyar al que lo necesita”. Esto significa que la promesa para los discípulos era que Dios Padre les enviaría alguien que estaría a su lado para apoyarles. A esa promesa es a la que se refiere Jesús en Lucas 24:49. Él ya no iba a estar físicamente al lado de ellos, pero Dios enviaría otra persona, el Espíritu Santo, que tomaría su lugar. Aquel Paracleto vendría a acompañarlos, consolarlos, abogar por ellos, recordarles las enseñanzas de Jesús y a capacitarlos para llevar a cabo la misión que se les había encomendado.

 

Diez días más tarde se cumpliría la promesa. Lucas nos narra en el capítulo 2 del libro de Hechos cómo en el día de la fiesta de Pentecostés, mientras estaban todos juntos, desciende sobre ellos el Espíritu Santo. Aquel día, aquellos discípulos fueron investidos del poder de lo alto. Investir es conferir un poder o una determinada cualidad. Aquel día, los discípulos recibieron, no solo la presencia constante del consolador, sino el poder y la autoridad para proclamar las maravillas de Dios. Los discípulos fueron investidos de poder y autoridad para predicar y enseñar el evangelio de Cristo. Fueron llenos del poder de lo alto para ir por todo el mundo a hacer discípulos. Mi oración es que en este día de Pentecostés nosotros también recibamos la investidura del Espíritu de Dios, que salgamos con poder y autoridad a vivir vidas que proclamen la verdad, el amor y la esperanza de Cristo en todo lugar.

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