Juan 6: 35–40
Al acercarnos a este pasaje, debemos considerar primero aquel evento en el cual Jesús le proveyó de comer a una gran multitud. Este evento fue un acto de misericordia y amor hacia aquella multitud, pero, sobre todo, fue un acto de testimonio del poder de Dios, un testimonio que les anticipaba a quienes le seguían lo que él era capaz de hacer en la vida del ser humano. En esa dirección es que Jesús se presenta a sí mismo como el “pan de vida”. Pareciera que quería comunicarle a aquella multitud que, aunque comieran de aquel pan y aquellos peces, su satisfacción sería pasajera, tal como le expresó a aquella mujer samaritana cuando le dijo: “el que beba de esta agua volverá a tener sed”.
En esa línea, el pasaje comparte dos afirmaciones importantes de Jesús. La primera es que él es el pan de vida; es decir, él es lo que el ser humano necesita para que, más allá de sustentar su cuerpo, pueda sustentar su vida. La segunda es que, para recibir ese sustento y nuestra sed y hambre espiritual queden saciadas, debemos acercarnos a él con fe y como discípulos; es decir, negándonos a nosotros mismos, tomando su cruz y siguiéndole. Esta afirmación era en sí misma un desafío para quienes le seguían, pues Jesús sabía que había quienes, a pesar de escuchar sus enseñanzas y ver sus signos, no creían, y, por ende, rechazaban el mayor regalo de gracia, que es la salvación. Es importante señalar dos asuntos adicionales en este pasaje. Primero, Jesús mismo nos brinda la seguridad de que quien se acerca a él nunca será rechazado. Segundo, el pasaje expone que esa provisión de vida y ese recibimiento amoroso hacia el ser humano no son exclusivos: también se han compartido con aquellos a quienes Jesús no quiere perder. Por lo tanto, con estas palabras, Jesús le deja saber a su audiencia que, al acercarnos a él, también nos acercamos a una comunidad de discípulos que han afirmado a Jesús como el sustento de sus vidas. El pasaje concluye con una afirmación de nuestra responsabilidad, pues, para recibir Su bien, es necesario creer, es necesaria la fe.
Recordar las palabras de Jesús cuando expresó “Yo soy el pan de vida” es una invitación continua de Jesús a la humanidad a acercarse a él, a recordar, en medio de la escasez y la precariedad humana, que en él está todo lo que necesitamos. Además, es una invitación a vivir en la seguridad divina, aquella que trasciende nuestros temores, debilidades y pecados, pues quienes se acercan a él nunca serán echados fuera. No hay mayor provisión que esto.
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