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Foto del escritorRvdo. Alberto J. Díaz Rivera

La fe de Sara: un modelo a seguir

Hebreos 11.11-16

 

Recientemente se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, y, por ello, me parece apropiado poder reflexionar sobre la vida de una mujer a quien el autor de los Hebreos señala como una heroína de la fe. En la lista de los héroes y heroínas de la fe Sara ocupa el quinto lugar y el primero entre las mujeres.


Sara, cuyo nombre significa princesa, era media hermana de su esposo Abraham. Ella salió junto a su esposo de Ur a los 65 años. Personalmente, creo que Sara es uno de esos personajes bíblicos que enfrentaron experiencias muy duras en su vida. Entre estas: su infertilidad, dejar su tierra, ser negada como esposa en dos ocasiones por los temores de su esposo Abraham, sentirse responsable de darle un heredero a su esposo —lo que la llevó a ofrecerle a este a su esclava para que tuviera un hijo con ella— y, como si fuera poco, sufrir la burla de su esclava porque esta sí le había podido dar un hijo a Abraham. Ciertamente Sara no fue perfecta; hubo momentos en los que fue dominada por su humanidad. A pesar de esto, los autores bíblicos la visibilizaron y registraron algunas virtudes de Sara. Por ejemplo: Isaías la presenta como la madre de Israel; Pablo, como la madre del hijo de la promesa; Pedro, como una buena esposa y el autor de Hebreos, como una mujer de fe.


Interesantemente, aún en la actualidad, el personaje de Sara busca abrirse espacio entre traductores y comentaristas de la Biblia, pues hay versiones que eliminan por completo la fe de ella, y la sustituyen por la fe de su esposo Abraham. Ante esto, debemos asumir la responsabilidad de visibilizar a Sara, quien, al igual que los demás héroes de la fe, decidió confiar plenamente en el Señor.


Pienso que la fe de Sara debe ser un modelo para nuestro caminar de fe, pues su fe nace bajo la sombra del dolor, el rechazo, la burla y sus propios errores cuando, en medio de todo ello, decidió creer en la promesa de Dios, y al hacer esto fue fortalecida para el milagro que habría de recibir. Esto fue así, pues antepuso su confianza en el cuidado de Dios por encima de la confianza en la fragilidad humana que en ocasiones humilla, niega y lastima. Sara fue también fortalecida porque, a pesar de su peregrinar y de las experiencias difíciles que tuvo que enfrentar, su fe le hacía ver en lo invisible un lugar en el cual ya no sería extranjera, un lugar al que podría llamar “hogar”. Que el Señor nos ayude a caminar en fe como lo hizo Sara: ¡creyendo en Dios, confiando en su propósito y mirando con esperanza lo invisible!

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