“La verdadera paz no es meramente ausencia de fuerzas negativas, confusión, tensión, guerra; sino la presencia de fuerzas positivas, justicia, buena voluntad, hermandad, solidaridad. La selección no es entre la violencia y no violencia, y sí entre no violencia o no existencia.” —Rvdo. Martín Luther King, Jr.
Esta semana fue una triste para Puerto Rico. La noticia de la muerte de tres policías sacudió al país, nos conmovió. Las reacciones en las redes sociales no se hicieron esperar; el dolor, la indignación, el coraje y la impotencia fueron algunos de los sentimientos que se hicieron presentes en nosotros/as. Estas muertes, entre otras, a causa de la violencia, exponen una cruda realidad: vivimos en un país violento. Unos días más tarde, el asesino de estos policías apareció asesinado. La Organización Mundial de la Salud define "violencia" como: “el uso deliberado de la fuerza física o el poder —ya sea en grado de amenaza o efectivo— contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. En nuestro país la niñez, las mujeres, los/as ancianos/as y los/as pobres han sido víctimas de esta realidad.
El Rvdo. Martin Luther King, Jr., ejerció su ministerio profético en un escenario de violencia. Aunque comúnmente se le relaciona solo con la lucha por la igualdad racial, el Rvdo. King también luchó en contra de otras expresiones de violencia como lo fue la guerra en Vietnam y la falta de derechos a los trabajadores. El Rvdo. King asumió estas luchas porque estaba profundamente convencido de que el llamado de la iglesia iba más allá de las paredes de un templo. Sin embargo, muchos de sus compañeros ministros no lo entendían, pues, aunque veían y eran consientes de los problemas que les afectaban, no respondieron adecuada y determinadamente.
El Rvdo. King tuvo como ejemplo de su ministerio a Jesús, pues Él es ejemplo de justicia. El ministerio de Jesús fue uno de unidad, igualdad y liberación: nunca levantó barreras para separar o distanciarse de los seres humanos. A Él pudo llegar el fariseo Nicodemo y el publicano Zaqueo; sanó al hombre de la mano seca y a la mujer del flujo de sangre; respondió a la necesidad de un centurión romano y a la de un hijo de su pueblo, como Jairo. Porque en Jesús “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal.3.28).
El ministerio del Rvdo. King se llevó a cabo en un ambiente de fuerzas negativas, confusión, tensión y guerra, mas nada de esto fue impedimento para ser, con su vida misma, testimonio de lo que es la justicia, la buena voluntad, la hermandad y la solidaridad. Me parece que el Rvdo. King encarnó en su vida aquella invitación del Maestro que nos dice: “aquel que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Como escribiera el Rvdo. William Fred Santiago: “el legado de King es entrega, pero también es desafío”.
Iglesia, nosotros enfrentamos diversos escenarios de violencia. Probablemente, algunos serán distintos a los que enfrentó el Rvdo. King, pero, al igual que aquellos escenarios, estos amenazan, dañan, trastornan y privan. ¿Qué vamos a hacer? Aislarnos nunca será la solución. Somos llamados/as a ser la voz profética que nuestro Puerto Rico necesita, voz que anuncia la esperanza y denuncia la violencia, la explotación, la pobreza, el discrimen, la corrupción “y cosas semejantes a éstas”. Somos llamados/as —cual profetas— a ser sembradores/as de justicia para que otros/as disfruten el fruto de la paz.
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