Mateo 11: 28-30
Este pasaje de Mateo contiene una de las más hermosas invitaciones que encontramos en los Evangelios. Es la invitación de Jesús, que va dirigida a todos y todas quienes laboran y que además se encuentran cansados. El texto en español puede parecer que hace referencia simplemente a quienes trabajan y quienes sienten el cansancio de ese trabajo; en otras palabras, lo normal. Sin embargo, en el texto griego, el término hace referencia al trabajo agotador y a las cargas que te abruman y desesperan. Esas que no se limitan al ejercicio de una faena, sino que además indican esas preocupaciones profundas que surgen por las circunstancias de nuestro diario vivir.
Pensaba estos días que este texto cobra un significado especial en este tiempo donde nos encontramos con la carga de la incertidumbre sobre lo que va a suceder y cómo vamos a salir adelante. La carga del temor al contagio personal o de nuestros seres queridos, no sólo por lo que representa esta enfermedad sino porque nos obliga a llevarla en solitario. Como me decía una persona, no es tanto el temor de morir es que ni nos pueden acompañar, ni podemos acompañar a quienes enfrentan esa triste realidad. De hecho, ni siquiera acompañar podemos a los que sufren las pérdidas.
De modo que posiblemente ahora, más que en otros momentos, podemos todos y todas comprender el profundo significado y validez de esta hermosa invitación; “vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados y yo les daré descanso”.
Este término de “descanso” en el texto en griego significa “renovación y refrigerio”. Miren que cosa maravillosa; renovación y refrigerio. Como ustedes saben, en el texto bíblico la promesa de Jesús no es que los trabajos, las faenas, las cargas, las dificultades no vendrán a nuestra vida. Esa promesa no está ahí. Pero lo que sí garantiza es, renovación y refrigerio para ese rudo y difícil camino de la vida. Miren qué imagen más preciosa. Un vaso de agua fría en esa caminata bajo el sol; una lluvia refrescante.
Y todo esto se da cuando venimos a Cristo Jesús. La invitación es además a aprender del Señor. Este aprender puede traducirse en “ser sus discípulos”. Y de ahí, para quienes siguen a Cristo, son invitadas a su vez a tomar el yugo. En el judaísmo, el término hace referencia a la obediencia, la diciplina y el deber.
También veía las noticias de grupos en EE. UU. que reclaman que no quieren llevar mascarillas porque eso atenta contra sus libertades. Así que les preocupa más su libertad personal que la protección y el respeto por la salud y la vida de los demás.
Desde esta perspectiva de Jesús, la invitación es a descubrir la disciplina, pero también la libertad que tenemos al tomar el yugo de Jesús. Por eso Jesús utiliza esta imagen del yugo, para representar la disciplina que está presente y el compromiso, que no es carga onerosa, sino que conduce al gozo.
Por eso el texto concluye indicando que el yugo es suave y la carga es ligera. Otra vez, en el texto griego significa que el yugo es agradable, gentil y que la carga “se ajusta bien”.
¡Cuántas veces decimos, Dios no pone cargas que no podamos llevar! Sin duda, su yugo, su compromiso, su invitación a seguirle no es con el propósito de agobiarnos y cargarnos, sino todo lo contrario, para liberarnos y darnos de su gozo.
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