Proverbios 4: 5-9
Para una mañana como esta, en la que nos anticipamos a unos procesos y unos tiempos difíciles como pueblo, hemos escogido el tema de la sabiduría.
La sociedad actual ha desvalorizado por mucho el concepto de la sabiduría. De hecho, en algunos círculos, la sabiduría es un término obsoleto, que se relaciona primordialmente con la vejez. Sin embargo, hoy más que nunca se requiere de la sabiduría. Pienso que pocos dudan que, este tiempo de pandemia se ha visto empeorado precisamente por la falta de sabiduría; en otras palabras, por la necedad del ser humano.
¿Recuerdan los anuncios y los “slogans” publicitarios que planteaban la pérdida de valores? Uno de ellos lo planteaba desde una pregunta coloquial: “¿Qué nos pasa Puerto Rico?”. Lo trágico de esta pregunta es que, si bien podemos identificar y enumerar la gran lista de los problemas que nos aquejan, parecería que, aun así, no damos con la clave para solucionarlos.
Y es que definitivamente hemos perdido el norte; nuestro derrotero está escondido entre la maleza de la crisis de fe y de la falta de esperanza. La brújula se ha roto y, como decía Lewis Carroll en el libro “Alicia en el país de las Maravillas”: “Si no sabes para dónde vas, no importa el camino que tomes porque cualquier camino te llevará allí".
Es así como nos encontramos con este tema, ya que vivimos momentos cuando todo indica la ausencia de valores básicos, de responsabilidad por la otra persona, compasión, solidaridad, empatía, entre otros. Hoy más que nunca, necesitamos que Dios ilumine nuestra mente y nos permita adquirir sabiduría de lo “alto”, para que podamos, no solo descubrir los caminos por los que debemos transitar, sino además comprender cómo hemos de conducirnos, de modo que el esfuerzo no sea en vano.
Cuando hablamos de la Sabiduría, de lo que estamos hablando no es de un concepto o una doctrina, sino de un estilo de vida. Plantea una manera de mirar al mundo. Y, para los israelitas, representaba una manera racional y deliberada de vivir su compromiso con Dios.
La sabiduría se fundamenta en el entendimiento de que Dios es creador de todas las cosas y que todo lo que Dios hizo, lo hizo bueno. Que está pues en nosotros y nosotras el descubrir esa buena voluntad divina y aplicarla a nuestra vida. Es por eso que el escritor de Proverbios invita a su “hijo” a buscar la sabiduría, como un tesoro escondido, y así “comprender el temor del Señor y hallar el conocimiento de Dios.”
En contraste con esto, la persona necia es la que no reconoce que Dios es el creador de todo y no procura vivir en armonía con toda la creación.
Sin lugar a dudas que la experiencia es una maestra de valor incalculable. Pero muchas personas fracasan en aprender las lecciones de la experiencia. A menos que la experiencia esté combinada con el consejo de las personas más maduras, aún la experiencia puede malinterpretarse.
No hay límite para buscar la sabiduría. Los jóvenes, pero también las personas adultas son animadas a procurar, de manera continua, alcanzar ese entendimiento. Es por eso que el texto señala que la sabiduría es una guía. De hecho, es como el guía del carro que nos permite ir por las curvas y lugares difíciles de la vida, superando los obstáculos para que lleguemos a nuestro derrotero.
Esto en términos conceptuales nos parece muy bien y muy bonito, pero ¿cómo se aplica eso de manera específica? ¿Cómo lo logramos? Hemos de procurar buscar disciplinadamente esa sabiduría, es decir esa gracia, unida a la Palabra, la oración, la reflexión activa de lo que vemos a nuestro alrededor y sobre todo, pedir la iluminación del Espíritu, para que nos guíe en las circunstancias oscuras y difíciles que vivimos.
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