2 Pedro 3: 9–18
Ciertamente los eventos electorales son importantes en la vida de todo país. En ellos se elige a las personas que dirigirán el gobierno y establecerán la política pública que impactará la ciudadanía, positiva o negativamente. La particularidad de este próximo evento electoral ha captado la atención de amplios sectores de la sociedad, incluida la iglesia en su diversidad de pensamientos. Es necesario interesarnos y participar de dicho evento. Sin embargo, como cristianos, nos es igualmente necesario no olvidar quiénes somos, así como de quién proviene nuestra esperanza y seguridad.
Precisamente esa es la exhortación del apóstol Pedro en su segunda carta. Esta es una carta exhortativa en la cual se atienden asuntos delicados que pudieron haber afectado a aquella comunidad de creyentes. En esta carta se abordan temas incómodos, como lo era la apostasía de unos falsos maestros y la segunda venida del Señor. Como consecuencia de aquellas falsas enseñanzas, algunos creyentes comenzaron a vivir una vida cristiana liviana, carente de testimonio y sin expectativa de futuro. Ante esta situación, el consejo pastoral les instaba a mantener una actitud distinta a la de quienes les rodeaban. Para ello, debían ser “sin mancha e irreprensibles, en paz”. Pareciera que el autor les instaba a reflexionar sobre su vida de fe, ya que él sabía que hay ocasiones en las que los creyentes pueden llegar a perder su constancia en la fe por crisis doctrinales. Igualmente pueden perder su testimonio ante la falta de vigilancia moral. Aquellos creyentes debían guardar su fe y testimonio como una expresión de confianza en la venida del Señor.
Al acercarnos al evento electoral, me parece que, como creyentes, debemos reflexionar en este consejo bíblico. Este consejo no implica estar en silencio en medio del proceso electoral. Tampoco significa abstenernos de participar o de hacer expresiones de apoyo. Más bien, el pasaje nos invita a recordar que, en todo lo anterior, guardemos nuestra fe y testimonio. Hagámoslo para ser ejemplo a quienes nos rodean y como una afirmación pública de que nuestra esperanza está en el Señor y nuestro futuro en sus manos. Hacer esto es mirar con esperanza la venida del Señor.
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