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Foto del escritorRvda. Adlin Quiles

Sé fuerte y valiente

Josué 1: 9

 



Hay etapas en las que parece que vagamos por la vida, sin un sentido claro de propósito y sin motivación. Seguimos una rutina diaria de manera automática. Nos sentimos como zombies, muertos en vida. A veces entramos en esos estados después de alguna gran pérdida: tal vez como consecuencia de la muerte de un ser querido; tal vez luego de un fracaso profesional o de una ruptura matrimonial; quizás como resultado de una bancarrota o de un diagnóstico mortal. Las pérdidas suelen tener efectos paralizadores en nuestras vidas.


El pueblo de Dios pasaba por un momento un tanto similar. Luego de 40 años vagando por el desierto, Moisés muere y el pueblo pierde a su líder. El pueblo sufre la ausencia de aquel que los había ayudado a romper con la esclavitud de Egipto, aquel que se había convertido en el enlace entre ellos y Dios. El pueblo extraña al que les había guiado y sostenido como pueblo en medio de circunstancias muy difíciles, aquel que había reavivado la esperanza de una vida nueva en una tierra donde fluyen la leche y la miel. La muerte de Moisés representaba una gran pérdida para el pueblo. Seguramente se preguntaban: “¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Quién nos va ayudar? ¿Quién nos va a dirigir? ¿Qué va a pasar con el sueño de alcanzar la Tierra Prometida?”


En medio de tanta incertidumbre, Dios intervino. Dios tenía un plan. Dios se revela a Josué y lo llama a levantarse y llevar al pueblo a alcanzar la Tierra Prometida. El plan y la promesa de Dios seguían siendo pertinentes y relevantes. Dios quería que finalmente su pueblo conquistara la tierra que Él les había prometido. El plan de Dios, su promesa, estaba a punto de cumplirse. Dios llama a Josué a tomar y ejercer el liderato. El plan de Dios representaba un gran reto tanto para Josué como para el pueblo. Josué conocía muy bien al pueblo. Conocía su falta de fe, sus exigencias, su debilidad de carácter. Sabía que la tarea no iba a ser fácil. La labor era pesada, y tal vez no era lo que él había soñado para sí mismo. Quizás sus planes personales se oponían al plan de Dios. Al recibir el llamado de Dios a levantarse y fungir como líder del pueblo, puede que se haya sentido atemorizado, molesto, agobiado, confundido. Pero Dios le afirma su respaldo, su apoyo, su favor, su poder. “Nadie podrá enfrentarse a ti mientras vivas. Tal como lo hice con Moisés, estaré contigo. Nunca te dejaré y nunca te abandonaré. ¡Sé fuerte! ¡Sé valiente… el Señor tu Dios está contigo dondequiera que vayas. (5,6,9)


Todos nos enfrentamos a momentos de decisiones difíciles; tiempos en los que tenemos que arriesgarnos en fe; tiempos en los que tenemos que dejar el temor, la inseguridad y la falta de motivación a un lado; tiempos en los que, contra toda lógica y razón, tomamos la decisión de creer en Dios y confiar en sus promesas.


Puede que tú o alguien que conozcas se encuentre vagando por la vida, agobiado, abrumado, confundido. Puede que la fe que un día te sostuvo esté frágil o dormida. Puede que te estés cuestionando qué es lo que Dios quiere para ti en esta etapa del camino. Tal vez te sientas dudoso, inseguro e insatisfecho con tu relación con Dios o con tu relación con Su pueblo. Quizás Dios te está llamando a salir de tu letargo espiritual, a renunciar al estado de comodidad en el que te encuentras. Quizás estás luchando con Dios porque Sus planes no encajan con los tuyos.


Hoy el Señor quiere afirmarte que, así como estuvo con Moisés y estuvo con Josué, está y estará contigo. Levántate, sé fuerte, sé valiente. Tú tienes un rol que cumplir en el plan de Dios para Su pueblo. Es hora de alcanzar; es hora de conquistar; es hora de vencer.


¡Sé fuerte y sé valiente!

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