Recuerdo mi niñez en el barrio Capetillo de Río Piedras. Ese era el tiempo donde caminábamos para todas partes; a la escuela, a la iglesia, a la plaza del mercado, a las tiendas… Eran recorridos que, de niña, me parecían llenos de aventuras, juegos y carreras. A pesar de “la pela” que le dábamos a los zapatos, no se rompían con facilidad porque la mayor parte de mis amigas y amigos, usábamos unos zapatos que llamábamos “bodrogos”. Recuerdo que, al comienzo del año, llegaban los bodrogos, que se compraban por 50 centavos en la escuela. A ninguna nos gustaban, pero eso era lo que había, y por ese precio, no se podía pedir más. Recuerdo que esos bodrogos, a pesar de ser cerrados, siempre se les metía alguna piedrita y luego era un dolor de cabeza tener que quitarlos y buscar dónde estaba alojada, para poder sacarla. ¡No hay nada peor que una piedra en un zapato! Puede ser pequeñita, pero molesta como una roca.
En una ocasión Jesús le dice a quienes le seguían; “No piensen que he venido a traer paz…el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10:34-39). Son palabras fuertes, que nos desconciertan. Pero cuando las miramos a la luz del testimonio de Jesús, nos damos cuenta que son una invitación a asumir como asunto prioritario, el mensaje de Jesucristo y los valores del Reino.
Hoy, recordamos a nuestro hermano Rdo. Dr. Martin Luther King Jr., quien, sin duda, fue una piedra en el zapato del prejuicio, de la segregación, de la injusticia, de la opresión. Una piedra en el zapato del conformismo eclesiástico, es decir, de aquellas instituciones religiosas que, así como en un pasado se beneficiaron del comercio con seres humanos, continuaban en complicidad con quienes pretendían mantener a hombres y mujeres, por razón de su raza y el color de su piel, en condiciones de pobreza y marginación. El mensaje del Rdo. King, sigue vigente hoy. Por eso, celebrar su vida y recordarle, es comprometernos con su legado.
Son muchas las cosas que no andan bien en nuestro país. Si permanecemos en silencio, nos hacemos cómplices del mal. Como el Rdo. Martin Luther King, desde la no-violencia, ser una piedra en el zapato, es denunciar el conformismo que nos ahoga; es posicionarnos junto a la gente marginada, junto a quienes sufren violencia y a quienes son desprovistos de los servicios más básicos. Ser una piedra en el zapato es, cuidar de la bendición de nuestra tierra y de nuestro ambiente, es esforzarnos por dejar un mejor país para las generaciones futuras. Ser una piedra en el zapato es, además de denunciar, proclamar que Dios no nos ha dejado de su mano y que su misericordia aún nos alcanza.
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