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Foto del escritorRvda. Yamina Apolinaris

¡Una piedrecita para un nombre nuevo!


Apocalipsis 2: 17


“Esta piedra tiene el nombre de Paco”, me dijo mi amiguita. ¿Por qué dices eso, cómo que tiene su nombre? Porque se la tiene gana por lo mucho que me molesta. Si sigue, se gana una pedra.” Sorprendida le conté a mi abuela al llegar a casa. “Ni se te ocurra ponerle nombre de nadie a una piedra, porque la que puedes salir mal eres tú”. Años más tarde, recibí una piedra con mi nombre, un hermoso regalo laborado por una artesana, y la recibí con muchísima alegría.

El mensaje a la Iglesia de Pérgamo, en el libro de Apocalipsis, hace mención de una piedrecita blanca, y en ella, escrito un nombre nuevo, que nadie conoce. En la antigua Roma, se entregaba una piedra blanca a los ganadores de las competencias y que además se ofrecían como boleto de entrada a los banquetes de los vencedores de las carreras, grabada con el nombre de quien la recibía. No sabemos si esto tiene alguna relación con la alusión a esta piedrecita, así que, pongo mayor atención en el hecho que se trata de un nombre nuevo.

¡Los nombres son tan importantes! Es lo primero que preguntamos cuando conocemos a una persona, pues nos permite distinguirlas de manera individual. En nuestra sociedad, los nombres reflejan no sólo los gustos sino, además, tradiciones familiares y aún modas o hastapersonajes de las historias del momento en que vivimos.

En las Escrituras, los nombres se daban a partir de situaciones con el nacimiento, el carácter, cualidades, o aún los deseos para con esa criatura. Había intencionalidad y propósito que iba más allá del mero hecho de nombrar. Era distinguir y definir la persona de manera particular. Por esa razón hay ocasiones en las que se cambian los nombres.

No cabe duda que, han de ser muchas las maneras como nos han llamado a lo largo de nuestra vida. Algunos nombres denotan el amor de la gente más cercana; otros su rechazo y malestar.

Me gozo en pensar que Dios, no sólo nos dará, sino que desde ya nos da, un nuevo nombre. Un nombre tierno, que nos declara vencedores/as. Uno que manifiesta esa nueva criatura que somos en Cristo Jesús, uno que declara laobra de transformación realizada por el Espíritu Santo. Sobre todo, un nombre que expresa el gran amor de Dios para con sus hijos y sus hijas. ¡Señor tú me llamas por mi nombre…yo acudo a tu llamado…”.

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